lunes, 25 de mayo de 2009

A PROPOSITO DE CELIBATO Y MATRIMONIO

Refugio Ávila Cabrera vive en Aguascalientes, en el fraccionamiento Pulgas Pandas. Tiene cinco hijos y cuatro autos. Es vecino del gobernador del estado. A simple vista, parece ser un hombre que lleva una vida relativamente desahogada. Viste un traje gris impecable. Es un mediano empresario exitoso. Lauro Macías también es casado. Ha procreado tres hijos y habita en Cuautitlán, estado de México. Viste modestamente. Es un hombre de complexión mediana, semicalvo. Nada fuera de lo normal. Aunque viven a cientos de kilómetros de distancia, tienen un lazo en común más poderoso de lo que podría pensarse: ambos son sacerdotes católicos y pertenecen a ese creciente número de religiosos que han decidido romper con los tabúes de la Iglesia, particularmente con el celibato obligatorio.
José Refugio Ávila a quien los feligreses conocían como el "Padre Cuco" es parte de un movimiento mundial con presencia en 32 países: los sacerdotes casados, quienes tienen presencia organizada en seis estados de la República y que se agrupan en "Presencia Nueva", la cual no es una secta, aclaran, sino un grupo de sacerdotes. Lauro también es sacerdote casado y ocupa el cargo de vicepresidente para Latinoamérica de la Federación Internacional de Sacerdotes Casados, organización creada hace mas de 15 años. La federación tiene como propósito analizar y discutir los temas alrededor del celibato obligatorio de la Iglesia católica, además, da apoyo a los clérigos católicos que están "luchando con el celibato y con la pérdida de carrera e identidad, si contraen matrimonio". Aunque no existe una cifra oficial, se calcula que en México ya son más de mil los sacerdotes que se han casado. Y en el mundo, de acuerdo con el Annuarium Statisticum Ecclesiae de 1994, refiere que 22.3 por ciento de sacerdotes deja el ministerio por diversas causas, entre ellas el matrimonio.
José Refugio no era un sacerdote acostumbrado a la ortodoxia: de la orden de los Carmelitas Descalzos, consultó con sus fieles y "y de manera democrática" se acordó ambientar la misa de los domingos en la tarde con música de mariachi, tal y como hoy ocurre en la Catedral Metropolitana.
También dejó de dar el diezmo a la Hacienda de la Iglesia, pues lo ocupaba para obras sociales, motivo por el cual le llamaron la atención tres años seguidos. "¿Cómo querían que dieran dinero (si) los fieles si vivían en casas de cartón, de lámina?". En sus homilías criticaba a los ambiciosos ricos, quienes no ayudaban a los pobres. "Yo hablaba un poquito de frente en mi iglesia, a las clases medias no les gustaba y me llamaron la atención. Me llamaron comunista y decían que desvirtuaba la doctrina social de la Iglesia".
Pero no sólo quedó ahí. El "Padre Cuco" organizó a la gente para que tuvieran credenciales y así tener acceso a los servicios del convento (bodas, bautizos, primeras comuniones), a fin de que todos pagaran una cuota simbólica y, los de afuera, los que no tenían credencial, que colaboraran con un poco más de dinero. Así no habría distinciones para la misma comunidad de San Joaquín.
Evitó que la gente se confesara en la misa, "en serie", porque consideró que no eran confesiones sinceras, y los invitó a hacer un acto penitencial generalizado, en donde meditaran sus culpas y, en misa, les daría la absolución a todos.
Eso le costó, dice, su salida. "Le dijeron a la gente que yo estaba loco".
Luego de que solicitó la dispensa de sus votos, a través de un cuestionario de 120 preguntas, inmediatamente se fue del país. En Estados Unidos, en la escuela donde estudiaba inglés, la Evan`s Comunity School, conoció a Teresa de la Torre, con quien, meses después de recibir la dispensa de Roma, se casó.

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